viernes, 31 de octubre de 2008

Sangre & Whisky - Capítulo XII

“Muerto el amor se acabó la Metáfora.”


Tras la persecución por la calle, Tony “Cupido” se quedó sin fuelle en un callejón sin salida con vapor saliendo de las alcantarillas como si los fuegos del infierno estuviesen ardiendo bajo nosotros...

Era hora de cerrar el garito y tirar la basura.
Todo este tiempo este cabrón había sido el suministrador de vicios de la ciudad, sobre todo en temas relacionados con la prostitución, extorsión y drogas, un jodido encanto. Pero su apodo venía sobre todo por su aspecto: Gordo, rubio con media melena llena de tirabuzones y ojos azules. Lo mejor es que tenía como tapadera una agencia de contactos, con la que todo el mundo sabia lo que hacia realmente. Un puto angelito.
Cupido estuvo detrás cuando Ella me metió una bala en el pecho y me dejó sangrando por amor.
Ahora eso ya no importaba el solo era un peón más, de un escalón hacia la mano que realmente mece la cuna.
Le había sacado todo lo que necesitaba oír y ahora solo tenía que cerrar el trato.
Me acerqué deprisa por la espalda brindándole la misma cortesía q el me dio cuando llegué a su casa, solo que yo escogí un bate de aluminio en vez de un taco de madera.
- ¡No huyas capullo, será peor para ti! – Recitando de memoria las palabras de aquel día.
Lo levanté y mi primer movimiento un gancho de derecha a su mandíbula, se la había desencajado y volvía a caer al suelo escupiendo sangre y un par de dientes. Aun sangrando y por los suelos se arrastraba a su coche, le hice el favor y le arrastré hasta su coche, le abrí la puerta y le coloque bocabajo y con la cabeza en posición justo para poder cerrarla en la cabeza, no me contuve lo hice con todas mis fuerzas y conseguí que gimiera entrecortadamente y repetí y gemía y gemía de dolor, como un puñetero cerdo pero no acababa ahí, tras cerrarle la puerta en la cabeza por sexta o décima vez volví a coger el bate de aluminio y le destrocé la espalda y columna. Siempre me dijeron que era un sentimental, era cierto siempre acaba yéndome directo haciendo sentir a mi enemigo lo mismo que sentí por el.
Tirado a los pies de su coche sangrando y con la columna destrozada, tuve compasión y para q no sufriera le partí también la rodilla.
Muerto el amor se acabó la metáfora.

Ya no había gloria en esto, yo no había pedido esta mierda. Los problemas habían venido a mí, en grandes y oscuros enjambre.

Los buenos y los justos eran como el polvo de oro en esta ciudad. Yo no me hacia ilusiones. No era uno de ellos. No era un héroe.
Solo yo, una pistola y él
Mis opciones se habían relegado a un solo camino...

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